Nunca es pronto
Nunca es tarde para retomar algo que dejamos en pausa. Lo sé bien, porque llevo demasiado tiempo pensando en volver aquí, en compartir algo, en escribir aunque sea unas líneas. Pero lo he pospuesto una y otra vez. Tenía ganas de compartir mi trabajo aunque no lo lograba.
Un día pensaba en escribir sobre esto o aquello. Al siguiente, me convencía de que no tenía sentido si no tenía algo claro. Luego me decía: “al menos comparte una fotografía”, solo por hacer algo. Subo una foto y listo. Ya puedo sentirme bien. Pero tampoco funcionó.
Después vinieron los días más ambiciosos, los que me decían que podía escribir grandes textos acompañados de grandes fotografías. Compartir proyectos terminados, ideas bien formadas, una visión sólida. Pero pensar en grande me paraliza. Quieres mostrar algo perfecto, definitivo. Y ahí te quedas, esperando.
Esperando, esperando…
Porque el momento perfecto no llega. Ni llegará.
Y aquí está la trampa: no llega porque no existe. Es una ilusión auto impuesta.
Así que he decidido dejar de esperar. En lugar de buscar lo grandioso, voy a hacer algo más simple, más terrenal. Algo que pueda sostenerse en el tiempo: compartir el proceso. No solo las fotos, sino lo que hay detrás. La gente que conozco, los libros que leo, lo que aprendo, el laboratorio donde trabajo, las frustraciones, los días en los que me creo Buzz Lightyear y los días en los que quiero desaparecer.
Llevo tiempo sembrando, y aunque el camino no es fácil, quiero hablar de él. Quiero mostrar el mundo tal como lo veo.
La fotografía como una ex
La fotografía siempre estuvo ahí, aunque durante años solo fue una presencia difusa. En 2018 o 2019 hice un año en el Institut Fotogràfic de Catalunya. No con grandes pretensiones, solo por aprender. Luego, durante mucho tiempo, cogí la cámara de vez en cuando, sin intención real. Hasta que me mudé a Madrid. Eso fue a finales del año 2023.
No sé si fue la ciudad, el cambio, la resaca tardía de la pandemia o simplemente que yo estaba en un momento diferente, pero algo se activó en mí. Empecé a dedicarle tiempo, energía. Después llegó la fotografía analógica, y con ella, un punto de no retorno. Las puertas de la percepción se han ido abriendo poco a poco…
Pasé de salir a fotografiar como un turista, como un flâneur curioso, a buscar una visión fotográfica. De hacer fotos por instinto a hacerlas con intención. Y entre aprendizaje técnico, fascinación por las cámaras, dudas y frustraciones, me encuentro en este punto: el punto de la búsqueda en esa transición que la visualizo como si estuviera cruzando por un puente de madera de El hombre que pudo reinar.
No sé a dónde lleva, pero estoy aquí.
Del pin a la fábrica
Hace un tiempo participé en algunos concursos. Y nada. Lo confieso: me había hecho la fantasía de ganar uno y venir aquí con un título bajo el brazo, como si eso validara todo este esfuerzo. Pero si tengo que esperar a eso, quizá pasen años sin que publique nada.
Así que he cambiado de enfoque.
Sigo aprendiendo, sigo conociendo gente, sigo leyendo. Sigo fotografiando. Y quiero compartirlo.
Tengo un archivo digital que empieza a ser carnoso y un archivo analógico en crecimiento. Hay fotos que me gustan y otras que no sé si tienen sentido. A veces hablo con alguien que sabe y me dice: “esto no tiene salida, pero veo cosas”. Luego hablo con artistas y me dicen: “veo cositas, pero…”
Algunos lo valoran, otros no. Intento escuchar sin obsesionarme porque el camino es muy personal.
Porque al final, lo que tiene sentido es lo que me han dicho fotógrafos que admiro: esto es un proceso. Lleva tiempo, energía, dedicación. Hay que cultivar la mirada. Trabajo, mucho trabajo. Que no falte.
Eso haré.
La Habana me lo regaló
Para arrancar, quiero compartir una serie de fotografías que tomé hace más de dos años en La Habana. Fueron de mis primeros trabajos serios. Las presenté a un concurso, luego a otro. En el segundo, lo hice en color porque pensé que encajaría mejor con la visión del jurado. Entre ellos estaba Martin Parr. Hace una semana me dijeron que no estaba entre los seleccionados.
Gracias por participar.
Lo importante es que estas imágenes me siguen atrapando. Fueron de las primeras en las que sentí que había algo más allá de un disparo instintivo. Me gusta volver a ellas, ver qué encontraba en aquel momento, cómo miraba.
Las comparto aquí, y si os apetece, charlamos sobre ellas.
Estas primeras cuatro fotografías capturan la vida en las calles de La Habana. Es una ciudad donde la calle tiene una pulsión intensa, un latido propio. Siempre está pasando algo. Muy diferente a muchas ciudades europeas, donde la gente se refugia más en la intimidad de sus hogares.
Las imágenes están tal cual las procesé en un primer momento. Mi intención era trabajarlas en blanco y negro porque quería hacer un trabajo documental sobre las calles de la ciudad. Tengo una serie más extensa que puedo compartir en otros boletines.
Pero más allá de estas cuatro fotografías, como comentaba antes, presenté algunas imágenes a un concurso de street photography. Y en ese proceso, surgió una duda: ¿debería mantener mi idea original o adaptarme al criterio del concurso?
Decidí probar con el color, pensando que encajaría mejor en ese contexto. Lo envié. ¿Fue una buena decisión? No lo sé. No lo digo solo por el resultado —que ya sé que no fue favorable—, sino por la pregunta más profunda: ¿hasta qué punto uno debe adaptar su trabajo a un criterio externo? ¿Es traicionar tu visión o simplemente explorar otra posibilidad?
No es un gran dilema, pero deja un poso. Tal vez me dejé llevar por lo que pensé que los jueces querían ver. Tal vez debí seguir con mi idea original. O tal vez todo esto sea parte del proceso de aprendizaje.
La vida es un carnaval
Os dejo algunas fotos en color para que sintáis los colores de la ciudad.
No prometo publicar un día fijo. Quizá escriba una vez a la semana, quizá más, quizá menos. Lo único seguro es que, si intento ponerme normas estrictas, me sentiré atrapado y perderá sentido.
Así que este boletín será un espacio en movimiento. Un sitio para compartir sin esperar la perfección.
Si os interesa, aquí estaré.
Si no, también.
Nos vemos pronto.