Le batelier. El destino
Aprender a equivocarse
Esta semana pasé casi cuatro horas en el laboratorio. Fue la sesión más complicada desde que empecé a trabajar con químicos. Aun así, salí con la sensación de que algo había cambiado.
Llevo un tiempo metido en la fotografía analógica. Todo empezó con una Pentax que heredé de mi padre. Al principio no tenía ni idea de cómo funcionaba, y lo cierto es que tampoco hice mucho por averiguarlo. Durante un curso anual de fotografía digital que hice hace años, la cogí para probar… y los resultados fueron desastrosos. El carrete que disparé se quedó en la cámara durante casi tres años, olvidado.
Cuando volví a sentir curiosidad por lo analógico, llevé ese carrete a revelar a la primera tienda de Madrid que me salió en Google. No tenía expectativas. No entendía la cámara. No sabía nada del proceso. Y, como podéis ver en las fotos, los resultados lo confirman.
Tal vez estas fotografías de la vida en las calles del Prat de Llobregat tengan un valor simbólico. Os las dejo aquí. Una serie de tres fotografías sobre la vida en el mercado dominical del pueblo.
Ahora que lo pienso, cuando mi padre me dio la Pentax, tenía una avería mecánica. No recuerdo si era la palanca de arrastre, pero sí que fui a un sitio en la calle Enric Granados, en Barcelona, donde me dijeron que no tenía solución. No me quedé con esa respuesta y busqué otro lugar. En un pequeño taller en Gràcia, lograron arreglarla. Pero, después de eso, la volví a abandonar. Igual que la fotografía digital.
Nada de esto fue un error
La siguiente vez que la recuperé fue en Madrid. Y en la Semana Santa del año pasado me la llevé a Calanda. Esa vez conseguí algo más digno, aunque todavía no entendía bien la cámara. Os dejo algunas fotos de aquel momento. Son mis inicios, y aunque las miro con cariño, todavía me pregunto por qué tardé tanto en coger la Pentax en serio. Le tenía demasiado respeto. Las fotografías cuentan una breve historia sobre cómo las personas se reúnen y se preparan para ir a la Plaza Mayor, donde comienza La Rompida.
Todavía me pasa con algunas cámaras. Me ocurre con la Contax, o cuando revelo y positivizo. La fotografía analógica impone una sensación distinta. No hay margen de error. Todo es físico, irreversible. Trabajas con las manos, en la oscuridad, sin la certeza de que lo que haces saldrá bien. Esa incertidumbre sigue poniéndome nervioso. Pero esos nervios son también parte de la magia. Implican emoción.
Después de estos intentos fallidos, decidí tomármelo en serio. Hice un curso de revelado y positivado en blanco y negro. Luego positivé por mi cuenta unas cuatro veces. Y, finalmente, gracias al club de DisparaFilm, conocí un laboratorio comunitario en Madrid. Desde hace dos meses voy cada semana, una o dos veces. Revelo carretes acumulados, pero sobre todo, positivizo. Aprendo. Llevo un pequeño diario de mis sesiones.
Cuando el río suena
Esta semana, con la ayuda de uno de los socios del laboratorio, me aventuré con una técnica nueva: el split grade. Ya había oído hablar de ella —en DisparaFilm tienen un vídeo sobre el tema—, pero nunca me había animado a probarla. Me pareció el momento perfecto para trabajar una fotografía que tenía pendiente.
Es una imagen que tomé este verano en Noruega con una compacta Leica y película APX 400. Me gusta esa foto. Tiene algo especial, aunque el negativo está dañado. Fue en la época en la que aún no revelaba mis propios carretes, así que el error ocurrió en el laboratorio donde lo llevé. Aun con la cicatriz que tiene, es una imagen que me sigue atrapando, y por eso la elegí para un intercambio analógico que organiza cada año DisparaFilm.
Os dejo la foto, y en otro boletín, si os interesa, puedo compartir las distintas copias y tiras de prueba que fui trabajando. Si os interesa más detalle sobre los tiempos y el proceso, decídmelo y os cuento más.
Se acabó
Para terminar, os dejo una imagen que tomé ayer, sábado, con mi teléfono desde una cafetería del barrio de Lavapiés. En ella se ve un cartel colgado de un balcón recordando a Marina, una anciana de 94 años que fue desahuciada de la casa donde había vivido toda su vida. La llevaron a una residencia, donde falleció el pasado mes de enero. Los vecinos intentaron impedirlo, pero, finalmente, al tercer intento, el desahucio se llevó a cabo.
Nos vemos en el próximo boletín. Gracias por estar ahí.